Sin patalear…
…se desliza flojito,…en actitud “de muertito” con el cielo de testigo sobre el mar. Y llueve…y a lo lejos truena,…pero hay tranquilidad. ¡No hay problema! Decide no luchar. Baila, rueda, se divierte,…celebra. Permanece en el asombro…sin cuestionar. Solo se deja llevar. No busca nadar contra la corriente. No anhela que las cosas sean diferentes. Es mucho más pequeño pero sabe que es parte del todo…y que el mar y él son “igual”.
Como cualquier “ser” con excepción del hombre: planta, mineral o animal…transita en la totalidad,…con perfecta naturalidad.
Está vacío por dentro…y eso lo hace “flotar”. Está sereno, porque sabe que en el “vacío” siempre algo puede llegar. No tiene prisa. No piensa que el tiempo se le va a acabar. No está tenso. La tensión aparece cuando crece la distancia entre lo que eres…y lo que quisieras ser. Y mientras más grande es ese espacio,…más difícil es poderse relajar.
Y la tensión ES LA PRIMERA CAUSA DE LA ENFERMEDAD.
No sufre, porque…“¡mejor quisiera ser un coco en lo alto de la palmera!” Seguro, tranquilo,…refugiado bajo las ramas, protegido del sol,…del viento y de la tormenta.
Ya “maduró” y “cayó”. Ahora está a la merced de la incierta naturaleza. Pero acepta todo. No analiza…ni piensa ni examina. Un coco “libre” mucho más que tantos hombres grises que andan sufriendo,…sobreviviendo, metidos trabajando en la oficina.
Y tal vez estoy loco…por escribir esto…y si es así,…me importa poco.
Es más loco el que a diferencia del coco,…está convencido que el mundo de afuera es el que debe cambiar,…antes que el propio.
Y me siento afortunado… de estar en “donde estoy” y de estar aquí observando…
Y viendo a este objeto inanimado flotando en la inmensidad como un pez…
…abrazando lo que es: El sol, el aire y las olas que la revuelcan, la lluvia, la resaca. El golpe de la espuma que lo raspa contra la arena. Y él no teme, no se estresa,…
…nunca ofrece resistencia.
Sabio coco,…gran maestro,…
…que fluyes con la existencia.